El parto desde la visión de grandes personajes: Rodrigañez, Gutman, Kitzinger y Odent

Queridos,

Hace dos semanas comenzamos nuestro primer taller de preparación al parto como Centro Ammar, han sido dos sesiones fantásticas, hemos disfrutado mucho. Gracias a aquellas parejas que decidieron acompañarnos en esta aventura y que nos permiten acompañarles en la suya. Aún quedan 4 sesiones donde seguiremos dialogando y aprendiendo.

En este trabajo de recopilación de información relevante, me he zambullido en mis archivos y libros y he rescatado cuatro artículos que hablan sobre el parto desde diferentes visiones y perspectivas, pero siempre con el objetivo de fomentar el respeto a la mujer en el acompañamiento al nacimiento. Cuatro fragmentos de artículos de personajes fascinantes, Rodrigañez, Gutman, Kitzinger y Odent, para mi todos son lectura obligada. Lo que me encanta de esta recopilación es que cada uno puede encontrar aquella voz que más le resuena, que más le impacta, que le hace sentir cosas, y desde ahí comenzar a cuestionar de a pocos el porque de nuestro sistema, de nuestra estructuras mentales, de nuestras barreras como sociedad y personas. Nuestro objetivo siempre será el fortalecer la confianza en uno mismo, para así poder ver el nacimiento como un viaje, como una celebración. Disfrútenlos!

El parto orgásmico
Por: Casilda Rodrigáñez

Llevo muchos años buscando explicaciones fisiológicas coherentes para entender el parto, y la verdad sea dicha, me ha costado bastante encontrarlas, pese a que dichas explicaciones existen, eso sí muy diseminadas y en obras de difícil acceso para las personas de a pie. El mero funcionamiento básico neuromuscular del útero no lo encontré hasta que leí “Revelation of childbirth” de Read: el miedo, que mantiene activo el simpático, es el que produce el parto con dolor, porque mantiene las fibras circulares contraídas y apretadas; los tirones que entonces pegan las fibras longitudinales a las circulares producen el conocido dolor del calambre. Efectivamente, la dificultad del parto en general no tiene que ver con las famosas caderas estrechas sino con la distensión de los músculos del útero, y el dolor de las contracciones del parto son calambres.

Nuestra especie al caminar erguida estrechó la pelvis femenina y se ha dicho que el problema que este estrechamiento planteaba para el nacimiento se resolvió con el nacimiento prematuro. Pero no es del todo exacto. Si el nacimiento prematuro por sí solo hubiera resuelto la cuestión, sin duda habría más mamíferos en posición erecta. La especie humana no es la única que nace prematuramente y la neotenia no es un fenómeno específico humano. La resolución de la contradicción supuso, además del nacimiento prematuro, un desarrollo de la sexualidad sin precedentes en la cadena evolutiva, es decir, un desarrollo que sí es único y específico de los humanos, para promover el fantástico movimiento de los músculos del útero: porque el placer se produce con el movimiento pulsátil (vibración, temblor, latido) de los tejidos musculares, movimiento cuya expansión percibimos con la sensación de placer.

El útero es el centro erógeno básico de la mujer, el papel del útero en el orgasmo femenino es esencial. Aunque no sintamos el útero sino sólo el placer que expande, podemos imaginar la fuerza expansiva de esos súper músculos… y saber a ciencia cierta que la intensidad del orgasmo es correlativa a la intensidad de los latidos del útero. La desconexión interna corporal de las mujeres ha permitido la ocultación del papel del útero en la sexualidad.

En su explicación sobre la fisiología de la lactancia y el parto, Matin Calama explica que los receptores de oxitocina en las mujeres, se encuentran además de en las mamas, en las fibras mioepiteliales de la vagina y del útero, y que a lo largo del embarazo aumentan incrementando la sensibilidad a la oxitocina. Esto nos aproxima a entender el continuum de la maternidad, como una continuidad de procesos del sistema sexual de la mujer. El tipo de mecanismo que activa la eyección del flujo que lubrica la vagina para el coito, o el que bombea el liquido seminal desde la vesícula seminal y produce el reflejo de eyección del semen, es el mismo que el del reflejo de eyección de la leche; y también el del reflejo de los músculos uterinos para el proceso del parto. Sin embargo, la fuerza expansiva del latido del útero es mucho más importante y fuerte que la que pueden producir las fibras musculares de las mamas o de la vagina.

El tipo de movimiento que realizan los haces musculares del útero en el parto es el mismo que el que realizan durante el orgasmo: es decir, son o debieran ser el mismo tipo de ‘contracciones’; no del todo iguales porque las ‘contracciones’ del parto tienen que llegar a la total apertura de la boca del útero, un proceso que debe hacerse despacio y suavemente, para que ni la madre ni la criatura sufran.

Entonces ¿cómo es posible que de forma tan generalizada el parto se produzca con dolor?

Leboyer describió dos tipos de contracciones del útero, las generadoras de placer y las generadoras de calambres y de intolerables sufrimientos. En la ‘contracción’ normal del parto, dice Leboyer, el útero se encoge muy lentamente en un movimiento que empieza arriba y va bajando poco a poco, al llegar abajo hace una pausa y luego empieza lentamente a distenderse de abajo hacia arriba, y al llegar arriba vuelve a hacer otra pausa; dice Leboyer que se asemeja a la respiración de un niño cuando duerme plácidamente y vemos cómo su pecho sube y baja lentamente con cada respiración. También describe las otras contracciones que conocemos tan bien: el útero en lugar del movimiento lento que empieza arriba y va bajando lentamente, se contrae entero en bloque, todo a la vez. Es un movimiento brusco que se suelta también bruscamente. Es decir, es un movimiento espasmódico en lugar de un latido lento y pausado.

El útero espástico está causado de forma inequívoca por la represión sexual de la mujer desde la infancia. Lógicamente, si las mujeres no desarrollan una suficiente cantidad de receptores de oxitocina y el útero carece de sensibilidad suficiente a la oxitocina, difícilmente podrán parir. La variabilidad de la densidad de los receptores de oxitocina nos remite también a la vida sexual de la mujer antes del parto: en qué medida ha desarrollado o no ha desarrollado sus pulsiones sexuales, en qué medida ha desarrollado o no lo ha hecho los receptores de oxitocina. Y aquí es donde cobran sentido las pulsiones sexuales de la infancia.

Creo que hoy, aparte de la medicalización de la maternidad y de las tres generaciones de partos hospitalarios que, como dicen Wagner, Bergman y otros, tanto daño han hecho y siguen haciendo, tenemos también un mayor deterioro de la sexualidad femenina.

La recuperación de la maternidad implica recuperar una sexualidad femenina perdida. Aunque ahora las mujeres creamos tener más libertad sexual que antes, en realidad tenemos más libertad formal pero más represión y más violencia interiorizada (los úteros espásticos y atróficos, los dolores de parto y de regla, así como los cánceres de útero y mama serían la punta del iceberg de esta violencia). Dicha recuperación supondría un cambio de paradigma de sexualidad femenina, recuperar la noción y el conocimiento antiguo que antes se tenía de la misma. Hoy por hoy existe una desinformación y un desconocimiento generalizado de la sexualidad de la mujer.

Patriarcado, represión sexual y partos dolorosos
Por: Laura Gutman

Las mujeres llevamos varios siglos de historia sumidas en la represión sexual. Esto significa que hemos considerado al cuerpo como bajo e impúdico, a las pulsiones sexuales malignas y a la totalidad de las sensaciones corporales, indeseables. ¿En qué momento aprendemos que no hay lugar para el cuerpo ni el placer? En el mismísimo momento del nacimiento. Segundos después de nacer, ya dejamos de ser tocados. Perdemos el contacto que era continuo en el paraíso uterino. Nacemos de madres reprimidas por generaciones y generaciones de mujeres aún más reprimidas, rígidas, congeladas, duras, paralizadas y temerosas de acariciar. Entonces el instinto materno se deteriora, se pierde, se desdibuja.

En este contexto, las mujeres con siglos de Patriarcado encima, alejadas de nuestra sintonía interior, no queremos parir. Es lógico, ya que nuestros úteros están rígidos y así duelen. Nuestro vientre está acorazado y nuestros brazos se defienden. No hemos sido abrazadas ni acunadas por nuestras madres, porque ellas no han sido acunadas por nuestras abuelas y así por generaciones y generaciones de mujeres que han perdido todo vestigio de blandura femenina. Por eso cuando llega el momento de parir nos duele el cuerpo entero por la inflexibilidad, el sometimiento, la falta de ritmo y de caricias. Odiamos desde tiempos remotos nuestro cuerpo que sangra, que cambia, que ovula, que se mancha y que es inmanejable.

Es importante tener en cuenta que además del sometimiento y la represión sexual histórica, las mujeres parimos en cautiverio. Desde hace un siglo -a medida que las mujeres hemos ingresado en el mercado de trabajo, en las universidades y en todos los circuitos de intercambio público- hemos cedido el último bastión del poder femenino: el parto. Ya no nos queda ni ese pequeño rincón de sabiduría ancestral femenina. Se acabó. No hay más escena de parto. Ahora hay tecnología. Máquinas. Hombres. Tiempos programados. Drogas. Pinchaduras. Ataduras. Rasurados. Torturas. Silencio. Amenazas. Resultados. Miradas invasivas. Y miedo, claro. Vuelve a aparecer el miedo en el único refugio que durante siglos permaneció restringido a los varones. Resulta que hasta esa cueva íntima, hemos abandonado. Haber entregado los partos fue como vender el alma femenina al diablo. Ahora nos toca a las mujeres hacer algo al respecto, si nos interesa recuperar el placer de los partos y si asumimos el poder que podemos desplegar en la medida que los partos vuelvan a ser nuestros.

El reloj, la cama, la silla
Por: Sheila Kitzinger

Muchas intervenciones aceptadas como normales en el parto y el nacimiento son insidiosas y, con el tiempo, se han consagrado por el uso y forman parte del ambiente convencional del nacimiento en los países desarrollados. Sin ellas, algunos profesionales de la salud se sentirían inseguros. Estas intervenciones sientan las bases de otras y no se registran porque pasan desapercibidas.

El reloj

Un elemento central del material en los partos es el reloj colgado en la pared. Los registros se basan en la información que éste proporciona: el ritmo y duración de las contracciones, la valoración de la actividad uterina, los parámetros de la primera, segunda y tercera etapa del parto y la puntuación Apgar del bebé.

Para algunos profesionales de la salud, un nacimiento sin un reloj parecería un caos. Se sentirían fuera de control. La información que da el reloj se ve reforzada por la del reloj del personal sanitario y por la impresión del monitor fetal electrónico, que también registra la hora. En retrospectiva, el trabajo de parto y el nacimiento se definen en términos del reloj: grado de dilatación cervical, rotura de aguas, catéter intravenosos insertado, descenso de la cabeza fetal, medicación administrada, el niño y la placenta alumbrados en un momento específico

Las mujeres también, cuando relatan sus partos, frecuentemente puntúan la experiencia como fácil o difícil en referencia al reloj. La hora del nacimiento se registra con respecto al reloj y al partograma. En algunas ocasiones, queda claro que el tiempo determinó las decisiones sobre el parto. Todo lo que ocurrió en el proceso ocurrió a determinadas horas.

Los partos se deben describir en relación a fenómenos naturales, el día y la noche; el amanecer y el ocaso; plena luz, penumbra y oscuridad, y también en referencia a las relaciones sociales que afectaron a la dilatación: niños despertándose, yendo al colegio, volviendo a casa, vecinos dejándose caer y comidas familiares.

El reloj es una intervención tecnológica todavía sin evaluar que tiene un gran impacto en el proceso del parto.

La cama

Desde los años 70, las investigaciones han revelado que las posiciones erguidas y la movilidad permiten que las contracciones sean más eficientes y que se reduzca la percepción de dolor. Aun así, en las salas de parto de todo el mundo la cama es la pieza central del mobiliario y su presencia se da por descontada. La cama es para meterse dentro. Implica un cierto tipo de postura y una cierta actitud mental. Las camas en un hospital sirven para presentar el cuerpo a la mirada del profesional para que pueda ser examinado, diagnosticado y manipulado. Los asistentes se reúnen alrededor de la cama y la miran, las luces se dirigen a ella, el material electrónico se alinea para ser conectado con el cuerpo recostado. El cuerpo del paciente pertenece a la cama y la cama al cuerpo.

El parto confinado en la cama se percibe como normal, incluso inevitable, en la mayoría de hospitales de todos los sitios. Cualquier variación en el estilo del parto se ve como innovadora y arriesgada.

La silla

Cuando los profesionales de la salud bajan a la mujer de la cama tienden a ofrecer otro mobiliario. En lugar de espacio abierto, se proporciona un taburete o una silla. Desde los años 80 se han publicado algunos estudios comparando el uso de una silla o taburete con una cama, pero no comparando la silla con la libertad total de movimiento.

Las posiciones en cuclillas y de rodillas se han mantenido como las más comunes en las culturas tradicionales de todo el mundo. Cuando estaba investigando en un gran hospital en Jamaica en los años 60, presencié una discusión entre las mujeres en trabajo de parto y las comadronas. Las mujeres querían levantarse de la cama y ponerse en cuclillas, con las rodillas dobladas y balancear la pelvis hacia delante y hacia atrás, y las matronas estaban decididas a ponerlas en la cama o el potro de partos, donde se esperaba que se tumbaran quietas y fueran buenas pacientes.

La silla de partos es una evolución de las sillas de partos de ladrillo usadas en Egipto, Persia e India y también de la tradición de parir sentada en el regazo del acompañante. Esta manera de parir era común en África, Europa y Sudamérica.

Las sillas de parto se fueron complicando, añadiendo relleno acolchado, faldas de tela y reposapiés, y se convirtieron en sillas que se parecían a las sillas domésticas de las casas de clase media, a menudo con tallados decorativos y reposaderos para los pies.

Las marcas de maquinaria médica que fabrican sillas de parto modernas enfatizan en su material promocional que con un golpecito en un interruptor o con apretar un botón, éstas permiten a la mujer ponerse en cuclillas agarrándose a una barra, con su perineo al descubierto para que pueda ser protegido, y la cabeza del bebé rotada manualmente, o pueden inclinarse en la posición Trendeleberg (supina con los pies más altos que la cabeza) o ponerse plana sobre la espalda para un parto instrumentalizado o una cesárea. Estas sillas de parto, aunque se promocionan diciendo que permiten a la mujer estar erguida con apoyo, en última instancia están bajo el control del obstetra y permiten que el nacimiento se transforme en un parto intervenido.

El trabajo de parto controlado por el reloj, incluso cuando una mujer es atendida por una matrona y tiene todas las ayudas para apoyar el parto fisiológico, es un trabajo restringido por protocolos. Aún es más, cuando una parturienta se le tiende en la cama o usa una silla no se da por sentado que sea capaz de moverse libremente.

Debemos comenzar a cuestionar estos protocolos, solo así podremos empezar a entender los efectos en las experiencias de parto y los resultados del reloj, la cama y la silla en el bebé y la mujer.

El Nacimiento de los Mamíferos Humanos
Capítulo extraído de “La vida fetal, el nacimiento y el futuro de la humanidad”, Ed. Obstare
Por: Michel Odent

Todos los mamíferos dan a luz gracias a una repentina emisión de hormonas. Una de ellas, concretamente la oxitocina, juega un papel trascendental, ya que es necesaria para la contracción del útero, lo que facilita el nacimiento del bebé y la expulsión de la placenta. También se la conoce por inducir amor maternal.

Igualmente, todos los mamíferos pueden segregar una hormona de emergencia, la adrenalina, cuyo efecto es frenar la oxitocina. La adrenalina se segrega ante una situación de peligro. El hecho de que la oxitocina y la adrenalina sean antagonistas explica que la necesidad básica de todos los mamíferos a la hora de parir es sentirse seguros.

En la jungla, la hembra no podrá dar a luz mientras exista un peligro, como por ejemplo la presencia de un depredador. En este caso, la segregación de adrenalina es una ventaja, pues los músculos que sostienen el esqueleto recibirán más sangre, y la hembra dispondrá de energía suficiente para luchar o huir; en este caso, es una ventaja poder frenar la producción de oxitocina y posponer el parto. Existen multitud de situaciones asociadas con la producción de adrenalina. Los mamíferos la segregan cuando se sienten observados.

Cabe destacar que los mamíferos cuentan con estrategias específicas para no sentirse observados cuando están de parto; la privacidades, obviamente, otra necesidad básica. La hormona de emergencia está también implicada en la termorregulación. En un entorno frío, observamos otra de las conocidas funciones de la adrenalina: inducir el proceso de vasoconstricción. Así podemos explicar que, cuando una hembra está pariendo, y de acuerdo a la adaptabilidad de las especies, tiene que estar en un entorno lo suficientemente cálido. Dado que los humanos somos mamíferos, tales consideraciones fisiológicas vienen a sugerir que, a la hora de parir, las mujeres deben sentirse seguras, pero sin sentirse observadas y con una temperatura ambiente adecuada.

Las Desventajas de los Humanos

Mientras que la perspectiva fisiológica identifica fácilmente cuáles son las necesidades primarias de las mujeres a la hora de parir, también podemos entender las desventajas específicamente humanas de este período, las cuales están relacionadas con el descomunal desarrollo de esa parte del cerebro denominada neocórtex. Es gracias a nuestro altamente desarrollado neocórtex que podemos hablar, contar y ser lógicos, así como capaces de razonar.

En su origen, el neocórtex es una herramienta que sirve a las viejas estructuras del cerebro, ayudando a nuestro instinto de supervivencia .El problema es que su actividad tiende a controlar estructuras primitivas del cerebro y, así, inhibir el proceso de nacimiento (y cualquier otro tipo de experiencia sexual). Al respecto, la naturaleza encontró una solución para superar esta desventaja específicamente humana a la hora de dar a luz. Se entiende que el neocórtex debería de encontrarse en estado de reposo para que las estructuras primitivas del cerebro puedan fácilmente segregar las hormonas necesarias. Esto explica el hecho de que cuando las mujeres están de parto tienden a aislarse del resto del mundo, a olvidar lo que leyeron o se aventuran a hacer lo que nunca habrían hecho en su vida diaria, como gritar, insultar, adoptar posturas inesperadas, etc.

Muchas veces he escuchado a mujeres decir, después de haber parido, “estaba como en otro planeta”. Cuando una mujer de parto “está en otro planeta”, significa que la actividad de su neocórtex es reducida. Esta reducción de la actividad del neocórtex es un aspecto esencial de la fisiología del nacimiento en los humanos, de lo cual se deduce que una de las necesidades básicas de las mujeres durante el parto es la de ser protegidas de cualquier tipo de actividad neocortical.

Los estímulos que estimulan nuestro neocórtex y que debe evitarse durante el parto son:
El lenguaje
La luz
Sentirse observada

Una Guía Simple y Lógica

Ya que es urgente mejorar nuestra comprensión de lo fisiológico, una simple guía nos parece apropiada para redescubrir las necesidades de las mujeres durante el parto. Éstas pueden ser resumidas en una frase: en lo que concierne al parto y al nacimiento, todo lo que es específicamente humano debe ser eliminado, al tiempo que las necesidades mamíferas deben ser satisfechas. Suprimir lo que es específicamente humano implica primero liberarse de todas las creencias y costumbres que han interferido la fisiología de este proceso durante milenios.

También significa que el neocórtex, esa parte del cerebro tan desarrollada en el ser humano, necesita reducir su actividad, y que el lenguaje, específicamente humano, debería ser utilizado con extrema precaución. Para satisfacer nuestras necesidades de mamíferos humanos necesitamos otorgar gran importancia a la intimidad, ya que todos los mamíferos tienen una estrategia para no sentirse observados cuando paren. También tenemos la necesidad de sentirnos seguros. Es significativo que cuando una mujer disfruta de completa intimidad y se siente segura, a menudo adopta posturas típicas de los mamíferos, como por ejemplo, a cuatro patas. Es común oír decir que el nacimiento debe “humanizarse”. Pero en realidad la prioridad es “mamiferar” el nacimiento. El nacimiento debe, en cierta manera, deshumanizarse.